La Navidad y sus oportunidades

Por Rosalina Perdomo, Directora

No es propicia la Navidad para reivindicar derechos ni rescatar dignidades. La navidad es época de paz y amor. En la navidad se nos llama a la tregua de las inconformidades y las luchas sociales, también las más personales. En aras de la concordia, la vida pudiera transcurrir en un nirvana de luces de colores, comilonas y montantes ensordecedores. Los armarios se vacían para hacer donaciones y permitir a su vez la entrada de nuevos atavíos y accesorios. Encendemos la radio para escuchar villancicos navideños y merengues bullangueros, mientras tratamos de apagar los sonidos tenues pero insistentes que vienen del alma y sus agujeros. Esos recuerdos hechos canciones, esas memorias convertidas en transformadas visiones.

Tampoco es propicia la Navidad para sobrevolar la realidad. Después de pasar un año entero haciendo esfuerzos por reacomodar la vida y las fichas, los deberes y los haberes, es preciso abrir las mochilas y sacar objetos y sujetos para hacer espacio a las nuevas promesas y oportunidades. Con tímido y disimulado dolor hemos despedido maneras de expresar afectos y tonalidades familiares y balsámicas. Ciertamente diciembre es el mismo, pero no discurre igual cada año. Sus aires no son iguales ni nosotros somos los mismos.

No es propicia la Navidad para plantearnos problemas existenciales ni asuntos trascendentales sin solución. Tampoco para lamentarnos al amparo de este cielo tan azul y tan claro, que cuando llega la noche se resiste a oscurecerse. Permitamos que la frescura de la brisa nos penetre al corazón, lo desempolve y acune. Quien sabe, si ya limpio y mecido como niño recién bañado, rompe a lloriquear tranquilamente por los treinta años, veinticinco, veintiuno, seis, cinco, tres y uno, en los que ha permanecido absorto y encogido. Corazón adulto o adolescente tierno. Corazón infantil, sentimental y aventurero.

Mientras que el mundo se prepara para sacudidas y tempestades, la Navidad nos devuelve el anhelo de ser más humanos. Se nos mete en el alma un deseo de complacer, de añoñar y de estar con la gente que uno quiere. La abundancia de mandarinas, lerenes, buen pan, turrones y nueces nos envuelve como un aura maravillosa. Pidámosle prestada a Aladino su lámpara maravillosa, que haga desvanecer por unos minutos y de vez en cuando ese mundo de malos augurios y nos devuelva al verdadero espíritu de la Navidad. A esa luz difuminada de las relaciones que nos acompañan siempre, las que avecinan y las que se alejan; también a esas realidades o personas que pertenecen al mundo de lo improbable y claman por nuestra presencia solidaria.

La Navidad en su multiplicidad de colores, matices e intensidades nos lleva a columpiarnos en un continuo ir y venir donde nunca sabemos cual es la ida y cual la vuelta. Los derechos y las dignidades por un lado, la tolerancia y la aceptación paciente por el otro. Entramos y salimos de la casa. Al salir nos ensanchamos, al entrar nos abrigamos de nuevo en la intimidad. La Navidad es un continuum de posibilidades.

No es propicia la Navidad para problematizarnos y pensar en un futuro que pinta difícil. Por suerte la esperanza no nos pertenece, es propia del alma y sus anhelos. Quizá el futuro próximo solo nos traiga nuevas evidencias que nos coloquen en la ruta del sol. Entonces esta es nuestra esperanza, que los días navideños, nos permitan acurrucar, como al Niño Jesús, las mejores vivencias y recuerdos de familiares y amigos, los que están y los que se fueron. Todas y todos ellos se constituyen en la energía y el ahorro para cuando escaseen los recursos y las fuerzas.

1 comentario:

Odile Caram dijo...

Wow! que bien! no sabía de este sitio! Sigan escribiendo que están saliendo telarañas =)